CRÓNICA DEL 28 DE AGOSTO DE 2007
De madrugada, a la 1 del 28 de agosto, ha muerto Paco Umbral (Francisco Pérez Martínez), un verdadero escritor. No he podido conocerle personalmente aunque hace años que le considero una de las grandes figuras vivas de la literatura española. Mañana le incineran. A estas horas su cuerpo yace en el tanatorio de la clínica Montepríncipe, inerte, frío, callado para siempre.
Paco Umbral ha resistido 75 años sobre la tierra, gran parte de ellos sobrecogido de dolor, que escondió hábilmente en los pliegues de su corazón. Habría que inventar una palabra nueva (y este podría ser mi pequeño / gran homenaje) para designar a los padres y a las madres que sobreviven a sus hijos. Su obra maestra es la gran desconocida de la literatura: Mortal y rosa. Umbral ha sido escritor de su propio absurdo, en primera persona, fundiendo el gran dolor con las palabras para compartirlo con los hombres y mujeres de su tiempo y de tiempos venideros.
Quevedo, Larra, Umbral. Instrumentos de lo desconocido al servicio de una cultura que se nos va escapando de las manos sin que sepamos darle nombre definitivo. Lo español sigue siendo sinónimo de dictadura para muchos españoles. Rojo-amarillo-rojo devoró lo mejor que teníamos, el placer de pertenecer a una cultura sabia.
Grecia arde por los cuatro costados. Llevan 62 muertos y el fuego continúa arrasándolo todo. Está de moda quemar el monte, las tierras, los países. También está de moda matar a tu mujer cuando no cumple con lo que a ti te parece que debe de cumplir. A día de hoy van 54 mujeres muertas en España durante el año 2007 a manos de sus parejas o ex-parejas. Es lógico. Si es tu mujer...o tu ex-mujer...es algo tuyo. Las palabras no son inocentes. Por eso no me caso, para no ser la mujer de Pepito Pérez, y mucho menos la ex-mujer de Pepito Pérez. En esto de no casarme tengo a casi todo el mundo en contra. En primer lugar a los hombres porque ellos no pueden entender en que consiste el problema. Cuando una mujer dice “mi hombre” cualquiera piensa que es el hombre que se acuesta con ella y punto. Cuando es el hombre el que dice “mi mujer”, ¿de qué estamos hablando?. Hablamos de matrimonio y contrato firmado con testigos. Hablamos de compromiso y de normas que regulan la convivencia. Entre esas normas las hay escritas, explícitas, y las hay ocultas, implícitas. Cuando de algo no se habla, difícilmente podemos cuestionarlo. Las normas implícitas son, hasta la fecha, represivas hacia la libertad personal de las mujeres y permisivas hacia la libertad personal de los hombres. En segundo lugar tengo en contra a las mujeres de los demás hombres y a las ex-mujeres, porque ellas, con su consentimiento y firma del contrato matrimonial / de divorcio, son cómplices de su propia cárcel, responsables de que muchos hombres justifiquen la injusticia del contrato matrimonial para las mujeres con una frase hecha: “A ellas les gusta”. Si a ellas les gusta casarse lógicamente no les puede gustar escuchar mi opinión sobre el matrimonio. Por último tengo en contra a todos los gays y lesbianas que han luchado por el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. En este caso los motivos para la discrepancia son de otro orden, más bien social. Para un colectivo discriminado históricamente significa su integración en el orden y la moral, en la normalidad ciudadana. Integrarse en la institución matrimonial también les convierte en cómplices de este perverso mecanismo social para legitimar el ejercicio de la violencia doméstica, privada, invisibilizada, omitida, violencia que tiene como vértice a las mujeres asesinadas por luchar por su dignidad personal y contra las normas –implícitas- del patriarcado.
La noticia de la muerte de una actriz, Emma Penella, ha eclipsado la muerte del gran escritor, Francisco Umbral, en el magazín matutino de TV5. Los babosos comentarios sobre la diabética actriz y los refritos con sus intervenciones televisivas invaden la pantalla y la mente de los consumidores de televisión. Sus trabajos son mediocres y populacheros, series de esas que intentan retratar la cotidianidad como si fuéramos auténticos idiotas que sólo decimos frases para hacer reír a los que nos rodean, comedias de personajes. Tenía la medalla de oro a las Bella Artes. Lo pasó mal en su matrimonio porque su marido le ponía los cuernos, pero ella siempre fue una eterna enamorada. Cumplió con las normas implícitas del patriarcado y ahora dicen que triunfó. Su marido la ponía los cuernos y ella tragaba, a eso lo llaman ser una luchadora, tener profesionalidad, y por eso le dedican horas de programación. Yo no la echaré de menos. A Umbral sí. Las actrices y los actores, a los que llamamos artistas, son personas que se dedica a engañarnos fingiendo que son quienes no son. Que hayamos proclamado que es un arte ejercer un oficio que es puro fingimiento nos informa de por donde va la sociedad actual, a la que hace más de treinta años Guy Debord calificó de “Sociedad del Espectáculo”. Ya no importa lo que es sino lo que parece. Parece que Umbral era un machista, parece que Umbral tenía un humor de perros – ¿cuántas veces hemos escuchado aquélla intervención en la que se quejaba de que había sido convocado para hablar de su obra y no para hablar de lo que opina el personal?-, parece que Umbral era importante, sí, pero por la parte de atrás, la oscura, la inquietante, la parte a la que tenemos que entrar desnudos y sin maquillaje, sin máscaras ni papeles aprendidos. Tal como somos. Paco Umbral tenía por costumbre enseñarnos el culo de la inteligencia. La parte innombrable de la sabiduría. El abismo. La creación sin ser Dios, aunque ahora es lo más aproximado, una vez que ha entrado en el planeta de los muertos homo Sapiens. Esos que cuando se mueren son recordados y conmemorados por los vivos. Hoy por mí, mañana por ti.
Texto anónimo hasta que no se demuestre lo contrario.